lunes, 2 de mayo de 2011

cuento


Oswaldo Lugo Sequera
Guacara, Venezuela 
Cuando emprendimos el viaje, el paisaje se veía de retroceso, todas las cosas venían de pronto de reversa, el cielo pintaban nubestas que parecían figuras que nos daban la despedida. La mañana aún era gris, tenía pegada a un a las horas pedacitos de Rocío que al contacto con los tímidos rayos del sol morían atravesados por la luz, el viaje parecían no tener retorno emprendíamos la búsqueda de un nuevo mundo.

El paisaje de olas espumosas que olían a tierra salada, de pronto se empezaba a perder en la distancia, el mundo comenzaba a tener entonces otro nombre, ya el patio enorme, con matas que bailaban todas las tardes con la brisa, y le coqueteaban a la orilla del río sus arrogancias ya sólo quedaban en mis recuerdos. Se hizo de pronto de cemento y asfalto la polvorienta callecita que se pintaba a cada rato de colores delirantes para que decidiéramos seguir pasando .


- Señora: dijo de pronto una voz grave que parecía salir de un enorme caracol enrollado - no creo que el niño pueda alguna vez caminar.
La campesinita de ojos color café se le comenzó a derramar a borbotones granos marrón oscuro que parecían de una cosecha triste.
- Señora Carmen, pase por aquí doñita ya la atiende el pediatra, vamos a tomar los datos del niño.
La luz de la luna brilló esa noche, redonda, de un azul de vidrio, que como por arte de magia volvía blanco todo lo que tocaba, como a las ocho de la noche se cerró la puerta del salón lleno de camas pero seguían los pasos ardiendo en el pasillo, de un extremo a otro. De vez en cuando se detenían y no sonaba más, morían tras una puerta, así era para todas las noches.
Una de las últimas noches que tuviste es en ese hospital después de cerrada la puerta como a las dos horas, el pasillo se hizo largo para unos pasos que no acababan de llegar, sonaban serenos, a pausa breve, limpios y secos; no servían como los de las anteriores noches, era capaz de hacer música. No era ahora de ronda del médico pero entró uno de mediana estatura; no vestía de blanco como todos, un sombrerito negro que la luz absorbía lo hacía más limpio, habiamos llegado al final de nuestra historia.
 


 
Sheila Daniela Flores Martinez

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